lunes, 23 de agosto de 2010

Poemas para los secuaces de Dalí

CANTO PARA GINGER ROGERS Y UN PIANISTA DEL OCASO (35.)

I.


Escucho las melopeas de Chopin, ja, melopeas.
Chopán por la ausencia de Chaplin.
Siempre que estés triste
Y no valga la pena escribir
Las palabras que inspira al poeta,
Respira tu cuerpo en contemplación,
Tu mente lanza adioses y jazmines a malos pensamientos
Que huelen a rosas de los vientos.
Rimas sin querer con alguien que rima igual que tú o un poco diferente y coletea.
Siempre es bueno un piano
Un pianista
Dedos largos
Que im pro vi san
Vi
Sua ve men te
Li Po
San Zen

Te pones alegre, alegre de que no sean ciertas
Las muertes que tendrán lugar en los cementerios,
Alegre, alegrísimo(a), y piensas ojalá yo fuera pianista
Como en la niñez y mis solos,
Mis solitos de piano.


Ojalá pudiera hacer sonar estas teclas
De este ajedrez sonoro,
En este Castillo
De juego divino (de Dioses) que me pone Feliz,
Y en paz a pesar de mi llanto de hoy,
Por la absurda sensación de no ser piano
Ni Chopin ni Chaplin
Ni Fred Astaire.
Ni mi madre que sueña que baila con él.

Un piano sin tapa,
Sin su terciopelo de barbas
Sin remedio obsesionado sin bajar de un barco
Piano que data del neoclásico del siglo XX,
Ahora que está tan viejo y aburrido con esos temas, tan viejo.

Un piano de escuela con maestra que pone a cantar a la primaria entera,
Bien fuerte, se levanta en el mástil mi bandera, y lloras,
Voces que llegan a derramarte la emoción como un chorro de pis
Sostenido y el maestro Chopin al piano. Energúmeno, dejado
De la mano de la mano de Dios, o se la quitó de encima.

Conciertos de piano. Silencio absoluto. Admiración¡!

Hacer una pieza clásica nuevecita. Escribirla, tocarla: -- Dedos aquí,

Es muy bueno dejar que lo triste se apachurre.
Dejar que un pianista oprima su teclado
Sigiloso, tras de una pista.

Afinar las palabras que te empeñas en aventar
Del desfiladero, como notas o susurros de alas
Ligeras de libélula, o ángel o recuerdos de cámara y flash.
El piano disparado por un despilfarradero.
Despeñar palabras, descalabrarlas, como dorremíes falsos
Pero exactos. Es tu niñez, con el piano a cuestas,
Herencia de tu tío que toca como un desquiciado
Poloneso. Eso es. Un arrebatado demonio poloneso.

El castillo está embrujado, los pianos tocan solos,
Uno de ellos es tocado por el fantasma de la novia de Chaplin.
Hace correr los rodillos de su pianola.
Al lado del piano negro de su enamorado.
Se le trepa el fantasma de Rachmaninoff,
Se le caen los calzones a la maestra de música que hace escuchar a los niños.
Del pueblo gótico, la rapsodia a un tema del fantasma Paganini.
A puertas abiertas los rollos giran.
La indescubrible puerta de los pedales, abajo, en los pies,
Es el perfecto escondite.
El cilindrero gótico navega sobre las olas.
Alguien canta mientras le da vueltas a los algodones de azúcar,
De la feria el día de San Miguel.
Entre risas de bebé exhausto con sueños de mamar,
O misteriosa intriga y delirio de grabación magnetofónica.

De un piano que se creía pianola
Fantasma de un perpetuo manuscrito o pentagrama
Tatuado como algo incógnito.
Un día hermoso sin clima,
Ni calzones, ni hemorragias, ni heridos de guerra.

Una danza ceremonial como calcinar poemas
En la chimenea del alma,
Una noche perpetua de fasolasis turbios,
Melancólicos. Brutos e insólitos.

Hay muchos pianos aquí, no sé cuántos,
Caen del cielo como nieve que no moja,
Como un diciembre sin fecha ni vestigios.
Como un piano junto a la cama en tu apartamento citadino
O el castillo gótico del insomnio.
Con almas en pena que bailan como fantasmas resignados.
Al estilo Fred Astaire. Con mi madre que es Ginger Rabbits.
Vueltas y vueltas de rodillo carcajeado.

Esperen,
Chaplin me presenta a señas.
El público aplaude una canción que le compuse al Universo.
Un vals fantasmagórico.
A minuetos que no cesan de embrutecer al oído¡! (Otitis mutis)
De odio, de venganza y terror. Me asustan e inquietan las formas violentas
Que no vengan de un piano.
La gente que no merece ser protegida por los derechos humanos.

Cuando supe que era venganza,
Creé mi alter ego,
Un dragón incinera.
Dragón-Poder custodia la heroína de este poema,
A la que rescatan más abajo.

En mi puerta amanece un letrero que dice en esta casa repudiamos el terror.

No a los bajos vuelos,
A las libélulas desaladas por huracanes sin ruta,
Sí a los soles de céfiros y trinos, los niños a viva voz, cantando ¡¡¡!!!No otra vez. El dolor se va.
Sí a la muerte,
A la perpetua armonía de los miles de pianos que caen como nieve.


II.

No a los diarios de niñas ingenuas
Que morirán de holocausto.
Miedo es exactamente lo mismo.
No a Dios desde entonces.
No debes hacer tal o cual tentacioncita.
Ni puedes gritar tus rasgos, sus rasgos, su color.
Evidentes cualidades del ser.

Sí a festejar a mis muertos
Acudiendo diariamente a sus velorios
Con mi piano y mi discurso optimista, musical
No al pesimismo o a la desgracia
Del planeta.
Mejor una anécdota feliz, el universo persistirá pese a nuestra ausencia.
Persistió afirmaron seres por fortuna no humanos.
Mi padre llega a los funerales con su corbata de buitres,
Destapo su caja y lo veo bellísimo como una nota alta de tenor bajito,
Y lo retratan mis retinas
Orinadas de hermosura y presencia divina.

No, es un decir muy hermoso ante el terror de clímax
Previsto en la dicha de un piano
Energúmeno, infantil, homosapiens, homo
Tontis. Homoincrédulis. Climax al fin. Presentido. Prestidigitación
Ensoñada. Nunca fingida.

Es voz, un clin tlan tlin eufórico,
A ronco pecho de huracán que llega ’’’’’’’’’’’’’’’’’’’’’’’////////////////////////////////////////////////////////

Primero lluvia, después rayos.
Dejaste a una princesa abandona en el bosque.
Hay pianos cayendo en un plagio de elefantes sobre castillos de cristal.
Cristales de hielo que se lanzan entre sí los dioses,
En un estruendo peligrosísimo,
En su diario azul, la niña, su diario
Adolescente con poemas, azul.
Bajo el colchón, oreado al sol,
Perfumado como el pañuelo
Que me dio mi mamacita,
Un inútil pañuelo que tiro por las ventanas del castillo
De cristal para que un jinete de capa lo recoja y lo huela
Y lo describa en una carta con aroma privado de la seda o del satín,
Lo que prefiera para acariciar.

El jinete es un poeta a quien lo envuelven las palabras eróticas de su sexo.
Palabras como semen cultivado, prometido, nunca desperdiciado, jamás despilfarrado. Siempre había un motivo lejano,
Como una fuente sin pluma, como una asombrosa fuente que pinta nubes borrascosas en el cielo.
O un lápiz y una goma y el aroma de la papelería.
A la vuelta de la esquina, junto al salón de fiestas infantiles,
Donde me enterraba en la alberca de hule espuma

Y estornudaba sin saber que leería un diario de una niña a la que
Dios no le hizo caso.

Ni yo a Dios. Y nos enemistáramos para siempre,
Aunque él fuera el jinete que oliera el pañuelo,
En el que dejo una gota de intimidad en contacto con mi piel,

Un perfume que declama sin brújula de memoria poemas
A las rosas de los vientos, especialmente a la inspiradora de sus cartas.
El poeta es el jinete que huele mi pañuelo,
Conmovido por los pianos estrellados contra las rocas de un castillo de cristal.
Me abandonas, el jinete abandona a la princesa,

Mi padre burla a la muerte con su corbata de buitres
Bordados en hilo de oro.
Fondo negro. Nudo perfecto, torcidito a la izquierda.

La abandona en un bosque con castillo gótico.
Murciélagos que si te descuidas te entran por la boca,
Como a la dueña de la libertad.

La amas por el perfume, a pesar de la incertidumbre y desolación de un poema
De nubes y dragones que predicen huracanes.
Subo las escaleras del castillo, son muchas, no hay casi luz,
La luna está a la mitad del cielo, escondida tras nubarrones de
Holocausto. No es fantasía.
La recurrencia, el temor a olvidarte.
Miedo a que pierdas la inocencia.
Tu niñez. Tu adulterio, al final de la cola de un dragón.
El diario azul que es el cielo y la luna en medio de una amenaza
Estelar tras una cortina de lluvia que se lleva nuestras casas.
O un hada persistente que te encuentras de noche en los destellos de tu suéter,
O en la escarcha en el baúl que espera la navidad.

No se ven hadas de día. Ni dragones taciturnos,
Sino Pájaros de cuatrocientas voces, formas de fuego, plumas,
Espejos de cristal quebrándose sinuosos,

Como estelas de avionetas de poetas que creen que viajan,
Que creen que viajar es el braile de los rollos de pianola.

Gag.

Chaplin me presenta.
El auditorio aplaude.
La pianista hace una reverencia,
Se sienta y toca como si estuviera desnuda.
Estornuda y se le sale un moco verde, largo y salado,
Chaplin le pasa el pañuelo y ella se limpia,
Los agudos siguen sopranísimos,
El público aplaude la magia.
Los que saben de pianolas no piensan demandar al mago.


III

Los poetas se baten a duelo.

Suelen contemplar una campesina sacando agua de un pozo,
Bañarse en sudor.
Bañarse en el río con sus braguitas puestas.
Nadie alrededor.
Es una anciana, la dueña de la libertad.
En Cannes premian la película
Diálogo en off (voz anciana): Cuando te mojes mi’jita hay que parar.
El juego se detiene ahí. Es peligroso seguir. Los osos muerden a los poetas que contemplan bañistas en el río.
Para peor, los leones se comen a sus domadores.
Los sobresaltos se apagan como fósforos con saliva.
Y se aprende algo prohibido como el mar o el río o el pozo.
La lujuria de agua clara y contundente. Francas, animales,
Aguas hilvanadas por huracanes temibles. De clímax recurrentes. Horror.

En el Castillo estoy a salvo del holocausto.
El jinete es un poeta enamorado que mata con coraje el horror.
Hunde su espada en los corazones de los dueños del horror. Sangre,
Caídas de héroes, el yelmo, el escudo, la quintaesencia de la vida
Se pierde al cerrar los ojos. El alma duerme.
El jinete es el poeta de las orquídeas susurrantes de los pianos.
Me están molestando los fantasmas del Castillo, amado ven pronto.
Sus versos van en descenso rumbo al Hades,
Su espada vence al holocausto,
Viaja el jinete, a caballo,
A pegaso sin darse cuenta.
Entra al castillo volando.
Baja a la doncella en brazos.




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No había que interrumpir la tormenta